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¿Dónde y cuándo se formará el próximo supercontinente?
Una reciente investigación de la participaron científicos de la Academia China de Ciencias reveló cuándo y dónde podría formarse el próximo supercontinente en la historia del planeta Tierra, ya que este curioso fenómeno es un proceso continuo que toma forma cada 600 millones años.
El estudio, publicado en la revista “Geology”, explica que para que este fenómeno suceda, los continentes se posan sobre las placas tectónicas, que son lozas de corteza que flotan sobre el manto. Este, a su vez, actúa como una olla de agua hirviendo, haciendo que la roca se caliente en su área inferior, elevándolo lentamente.
Este fenómeno es conocido como “convección del manto”, el cual es impulsado por el flujo progresivo de rocas en el manto caliente de la Tierra, incitando los movimientos de las placas continentales, ensamblándose y creando los supercontinentes.
Según el estudio, la próxima gran masa terrestre, a la que bautizaron“Amasia” estará conformado por megacontinenes, que son los precursores geodinámicamente importantes de la fusión de supercontinentes y, según lograron comprobar, sucederá dentro de 50 a 200 millones de años, cuando todos los continentes actuales de la Tierra se unirán en una sola masa de Tierra alrededor del Polo Norte, a 90 grados de Pangea, sobre el Ártico.
“Primero se fusionarán las Américas, para luego migrar mutuamente hacia el norte, lo que provocaría una colisión con Europa y Asia más o menos en el actual Polo Norte. Mientras que Australia continuará con el movimiento hacia el norte y se acurrucaría junto a India”, explicó Ross Mitchell, geólogo de la Universidad de Yale en New Haven, Connecticut y partícipe fundamental de la investigación, en una entrevista a la revista “Nature”.
Cabe recordar que el supercontinente que se formó por última vez en la Tierra fue la Pangea, hace 300 millones de años, y del que se cree que se conformó del megacontinente conocido como Gondwana, que a su vez se hizo a partir de microcontienentes como Japón.
Las olas de calor se producen debido a una masa de aire caliente que proviene de otro continente.
Cuando las marcas térmicas ascienden más allá de lo normal, y esos valores persisten varios días sin dar respiro, se dice que estamos ante una ola de calor, fenómeno que causa numerosos trastornos, tanto económicos como en la salud. Un posible efecto es el colapso energético, por el aumento de la demanda de electricidad, pero también puede causar muertes, como sucedió en Europa en 2003, cuando murieron quince mil personas sólo en Francia.
Pero ¿qué procesos atmosféricos son los responsables de convertir en un horno a Buenos Aires y gran parte de la zona central de la Argentina? Investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, luego de estudiar en detalle la variación de la temperatura y un conjunto de parámetros atmosféricos durante los últimos 35 veranos, señalan que el fenómeno se vincula con tres procesos interrelacionados. Todo parece iniciarse con un período de lluvias en el sudeste de Brasil.
“Una ola de calor es un período de cinco o seis días en que las temperaturas mínimas y máximas se mantienen por encima de un umbral que depende de la región. Esos valores pueden alcanzar un pico, y luego decaen”, explica Bibiana Cerne, docente en el Departamento de Ciencias de la Atmósfera, quien acaba de concluir su tesis doctoral sobre el tema.
Para Buenos Aires, según el Servicio Meteorológico Nacional, en una ola de calor “las temperaturas mínimas se elevan por encima de 23º C, las máximas lo hacen por encima de 30º C, y la humedad relativa oscila entre 60 y 90 por ciento”.
Más detalles sobre las olas de calor
El primero, que la temperatura en ese lugar y para la época del año en la que nos encontramos sean superiores a la habitual, en algunos casos alcanzando incluso récords.
En segundo lugar, que este aumento medio de la temperatura tenga una duración superior a uno o dos días. En este aso, la ola de calor pronosticada da comienzo el miércoles 26, y se alargará hasta el 1 de julio.
Por último, que la extensión no se limite a una sola zona, sino que sea extensiva a un territorio, como en este caso, que afectará a Europa occidental.
La atmósfera terrestre es dinámica y tiene movimiento, como el océano, y estas corrientes de aire son representadas por los meteorólogos con ondas. A veces, estas ondas, que llevan corrientes de aire fría o caliente, invaden regiones fuera de su latitud habitual, alterando su temperatura.
Una ola de calor se produce a medida que las ondulaciones atmosférica se vuelven más amplias y estacionarias.
Los consejos imprescindibles para hacer frente a una ola de calor
Por ello, es importante que sigas las siguientes recomendaciones para evitar que afecten a tu salud:
-Evita salir de tu hogar durante las horas centrales del día en las que el sol incide con más fuerza (entre las 12 del mediodía y las 6 de la tarde).
-Bebe más líquidos y no esperes a tener sed.
-Nada de comidas copiosas y abundantes... Como alternativa, te proponemos que tomes verduras, frutas, y alimentos que cuentan entre sus componentes con una cantidad elevada de agua.
-Reduce tu actividad física y si quieres continuar con la misma, opta por horas en las que las temperaturas no son tan elevadas.
Nueva York levantará un muro contra las inundaciones
La idea del gigantesco muro marino es tratar de evitar el avance de las aguas sobre la ciudad.
Preocupados por los intensos temporales y huracanes que en los últimos años se han desatado sobre la ciudad de Nueva York, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos ha presentado un inédito proyecto: la construcción de un muro en el mar para evitar que la Ciudad de Las Luces se inunde y corra riesgo de desaparecer por culpa del cambio climático.
Según informaron desde el mencionado organismo militar al diario Times, la gigantesco pared marina tendría una extensión de 10 kilómetros y estaría compuesto por un sistema de compuertas que, al cerrarse, serían capaces de frenar el avance de las aguas hacia la capital norteamericana
La infraestructura se construiría lejos del núcleo urbano, en la parte más exterior de la bahía de Nueva York, por lo que ésta sería invisible desde Manhattan y protegería a millones de personas, además de los importantes monumentos y avenidas de la ciudad.
Su construcción demandaría una inversión cercana a los 119.000 millones de dólares y 25 años de obras. O sea que recién podría entrar en funcionamiento a comienzos del año 2046.
Voces en contra
Pero, tal como era de esperar, apenas se dio a conocer el anuncio de su posible construcción, hubo numerosas voces en su contra, ya que muchos expertos advirtieron que soluciones como este gigantesco muro marino en las aguas de Nueva York no solo no servirían de nada frente a las tormentas torrenciales sino que, por el contrario, el agua de la lluvia quedaría atrapada dentro de la ciudad, lo que pondría en serio peligro los planes de restauración ecológica que se están llevando a cabo en la ciudad de Nueva York y en sus alrededores.
Además, destacaron que con el muro cerrando la ciudad al fondo, las alcantarillas no podrían expulsar las aguas residuales, lo que provocaría que los neoyorquinos queden atrapados entre sus propios residuos.
Por su parte, el Cuerpo de Ingenieros aseguró que, aunque la construcción del muro marino es la opción que más aceptación tuvo en la opinión pública, existen otras cuatro propuestas que también podrían ayudar a proteger a la ciudad. Tres de ellas implican diferentes combinaciones de pequeños diques en las bocas de varias vías fluviales de la ciudad de Nueva York, mientras que la cuarta y última alternativa incluye solo medidas en tierra.
“Las barreras son un objeto brillante, pero son una solución única que nos aleja de donde necesitamos ir. El peligro de un gran muro es que si algo falla, todos estamos en peligro. Necesitamos soluciones en capas”, comentó Paul Gallay, titular de Riverkeeper, un grupo de defensa del río Hudson que desemboca en la ciudad, al Times.
Saldán y Mendiolaza: llovieron 90 milímetros en 15 minutos
Así lo aseguraron los intendentes Cayetano Canto y Daniel Salibi, respectivamente. En ambos lugares la situación es complicada.
En Mendiolaza hay alrededor de 15 viviendas con ingreso de agua, además de calles anegadas y árboles caídos.
or otra parte, en la localidad de Saldán, hubo que evacuar a más de 60 personas. “La topografía del pueblo no ayuda”, dijo el intendente Cayetano Canto en este sentido.
“Hace unos días venimos de otra tormenta, no nos da tregua y es preocupante”, agregó a la vez que afirmó que “hoy fue más complicado” que la tormenta anterior.
En la zona, cayeron 90 milímetros en 15 minutos y 120 en una hora. “En los barrios Portón de Piedra y Manantiales, el agua tenía un metro de altura en la calle”.
Norte de Córdoba
La zona de Barranca Yaco registró una lluvia de 110 milímetros durante la madrugada según relató el intendente de Sinsacate, Carlos Ciprián.
Puntualizó que el meteoro generó graves pérdidas de cultivos en la región.
Para el año 2060, Chile se vería ante una grave crisis hídrica.
Laguna del Maule en baja
Hace solo unos meses el fenómeno de La Niña hizo su llegada a Chile, definiendo para el verano de este 2021 un descenso de las lluvias y un verano cálido.
Un panorama que, sin duda, afecta el desarrollo productivo de muchas personas a lo largo del país, toda vez que la escasez de agua golpea duramente al sector agrícola, especialmente a los pequeños agricultores, quienes ven cómo sus plantaciones mueren con el exceso de calor y sin agua para regar.
Una situación que está motivando a diversos sectores del mundo privado a definir acciones que enfrenten este problema, y que, desde el sector público, instala la tarea de actualizar normativas y procesos, tomando en cuenta los nuevos factores que propicia el cambio climático.
Sequía
Bajo esta mirada es que surge el Balance Hídrico Nacional, documento requerido por la Dirección General de Aguas, dependiente del Ministerio de Obras Públicas, el cual le permite evaluar la disponibilidad hídrica a nivel nacional hasta el año 2060. Este documento fue realizado por el área de Hidrología del Departamento de Ingeniería Civil de la Universidad de Chile, que durante cinco años analizó las 101 cuencas hidrográficas de todo el país.
Mauricio Lorca Miranda, jefe de la División de Estudios y Planificación de la Dirección General de Aguas (DGA) del Ministerio de Obras Públicas (MOP, indica: “Estimamos imprescindible realizar un nuevo Balance Hídrico Nacional, ya que contar con información actualizada es clave para poder planificar y gestionar adecuadamente los recursos hídricos en el corto, mediano y largo plazo. El anterior balance estaba vigente desde el año 1987, el cual no incorporaba escenarios de cambio climático”.
El trabajo ha sido realizado por el área de Hidrología del Departamento de Ingeniería Civil de la Universidad de Chile, que durante cinco años analizó las 174 cuencas hidrográficas del país
“Los resultados del Balance Hídrico entregan datos concretos que demuestran y cuantifican la disminución de la disponibilidad hídrica en gran parte del país como consecuencia del cambio climático que ha provocado que la sequía sea estructural en Chile, una situación más permanente que transitoria”, agrega Lorca.
Lorca añade: “Para este Balance se estimó que era necesario no solo hacer una actualización de las variables que caracterizan el sistema hídrico, sino también usar todas las herramientas desarrolladas en los últimos 40 años (SIG, imágenes satelitales, súper computadores, re análisis atmosféricos, proyecciones de cambio climático, etc.)”.
La Zona Norte y Centro de Chile
Antes de iniciar el recorrido por zonas, es importante indicar que uno de los aspectos importantes de este proyecto es que ha permitido ocupar un modelo de simulación espacialmente distribuido, “que permite obtener resultados de caudales pasados y proyectar valores futuros que debieran ser considerados para efectos de los diseños de obras futuras”, indica Ximena Vargas, hidróloga y académica del Departamento de Ingeniería Civil de la FCFM, unidad que lideró el estudio.
“Hoy, por ejemplo, se están proyectando embalses pensando en que se acumule el recurso hídrico, pero no se debería analizar con los datos pasados, sino con las series futuras”, añade Vargas.
En las últimas tres décadas los caudales de las cuencas del Aconcagua, Maipo, Rapel, Mataquito y Maule han disminuido entre 13% y 37%
Vamos al informe. En comparación a un trabajo anterior, con cifras registradas para el período 1955-1985, los investigadores pudieron concluir que en las últimas tres décadas los caudales de las cuencas del Aconcagua, Maipo, Rapel, Mataquito y Maule han disminuido entre 13% y 37%, mientras que en casi todas las cuencas se registra una disminución en la precipitación promedio de un 29%.
“Si uno analiza lo que está pasando desde el año 1985 a 2015, se va sintiendo poco a poco el efecto que tiene la disminución de las precipitaciones, pero hay otros factores, como el cambio de uso del suelo, que no hemos analizado”, señala la hidróloga Ximena Vargas.
Las proyecciones futuras muestran también una fuerte reducción en la disponibilidad de agua en la zona, sobre todo en la cordillera de la Región del Maule, pues los modelos hidrológicos estiman que en algunas cuencas las disminuciones de caudal serían cercanas al 30%, aunque uno de los modelos más extremos indica que esta disminución alcanzaría hasta 50% para el período 2030-2060.
También se proyecta que las precipitaciones podrían aumentar en algunas zonas, particularmente en el norte y en la parte más austral de Chile, mientras que desde la Región Metropolitana al sur dominan las tendencias negativas con una caída en las precipitaciones que podría llegar hasta un 25%.
El futuro de la Zona Sur
El informe N°3 estudia desde el río Itata, en la Región del Ñuble, hasta el río Palena y cuencas del archipiélago de Las Guaitecas y de los Chonos, en la Región de Los Lagos. Acá se indica que gran parte de las cuencas de la zona sur del país, presentan una baja de caudal que oscila entre 3 y 32%, a excepción de los ríos Bío-Bío, Imperial y Queule, que habrían experimentado aumentos significativos.
Pero también, uno de los grandes cambios entre los períodos analizados se presenta en las precipitaciones, con una baja promedio de 10% para la zona y 37% para la cuenca más desfavorable. “Esta diferencia muestra que, en promedio, se tienen 866 mm menos de precipitación anual, respecto al estudio (DGA, 1987). Esta tendencia al secamiento es dramática en toda la zona de estudio, pudiendo alcanzar en algunas zonas disminuciones por sobre 1.000 mm al año”, indica el balance.
Agregando que “los sectores cordilleranos, tanto de la Costa como de los Andes, proyectan disminuciones de montos sustantivos, que varían entre los 200 y más de 700 mm anualmente. Los sectores del valle también presentan disminuciones, pero de menor magnitud”.
En resumen, duras proyecciones, pues indican disminuciones de hasta un 40% en la disponibilidad de agua para la macro zona sur, “siendo un tanto más alentadoras las proyecciones para la parte austral, donde la proyección más desfavorable es una disminución inferior al 8%. Esto producto de un incremento en la escorrentía producto del derretimiento glaciar en los campos de hielo que sirven como embalses naturales de agua dulce”, relata Miguel Lagos, hidrólogo del Departamento de Ingeniería Civil e investigador del Centro Avanzado de Tecnología para la Minería (AMTC) de la U. de Chile, y uno de los autores del informe.
Zona Austral y Rapa Nui
Parte del cuarto informe del Balance Hídrico Nacional abarcó desde el Río Aysén, en la región del mismo nombre, hasta las cuencas de Tierra del Fuego e islas al sur del Canal Beagle. Una comparación entre el balance de 1985-2015 y otro realizado para el período 1955-1985, muestra disminuciones de un 20% a 60% en los caudales, lo que se condice con diferencias observables en la estimación de precipitaciones para ambos estudios.
En relación al balance de 1987, la Zona Austral evidencia importantes áreas con descenso de precipitaciones y algunas menores con incremento. En promedio, se registra una disminución de 1.200 mm anuales, lo que representa una baja del 40%.
Los escenarios futuros muestran una incidencia del cambio climático que podría disminuir los caudales hasta en un 5% promedio. En cuanto a precipitaciones, el modelo más severo proyecta disminuciones que podrían llegar a un 6% para todas las cuencas de la zona, lo que impactaría la escorrentía en magnitudes similares. Otros modelos estiman un aumento de las precipitaciones en torno al 3% en las cuencas de la Región de Magallanes.
El anterior balance estaba vigente desde el año 1987, el cual no incorporaba escenarios de cambio climático
Estas diferencias están asociadas a dos señales climáticas distintas sobre cambio de precipitación, una que proyecta disminuciones de 50 a 200 mm anuales hasta los 52° de latitud, y otra que proyecta aumentos de 50 a 100 mm al año desde los 52° de latitud al sur, zona que corresponde esencialmente a la pampa patagónica.
Dichas variaciones repercuten directamente en los montos de escorrentía, proyectándose disminuciones de ésta en las zonas donde habrá menos precipitación y aumentos, de menor magnitud, en zonas con aumento de precipitación. Esto último se explica por aumentos en los montos de evapotranspiración, asociados a alzas de temperatura.
Con respecto a la isla de Rapa Nui o de Pascua, el balance indica que las precipitaciones anuales promedio habrían aumentado en 180 mm, lo que representa un alza de 16% respecto al período 1955 a 1985.
En esta zona se estima que la escorrentía media anual disminuirá en promedio un 8%, mientras que la evapotranspiración media anual aumentará un 12%, producto de un aumento promedio de 1 °C hacia el período 2030-2060. La baja en la disponibilidad de agua en Rapa Nui estaría explicada directamente por este factor, ya que las variaciones en las precipitaciones son poco significativas bajo los cuatro modelos de análisis.
Medidas de acción de la DGA
La información entregada por este Balance Hídrico Nacional, viene a complementar la información para la toma de decisiones que la Dirección General de Aguas DGA, ha venido utilizando en el último tiempo, para definir sus acciones.
“Las acciones que se están desarrollando responden a una serie de medidas que permitan reducir al máximo los problemas que ocasiona la sequía, especialmente para las zonas rurales”, indica Mauricio Lorca, jefe de la División de Estudios y Planificación de la DGA.
Entre estas acciones se encuentran:
Decretos de Escasez Hídrica: A la fecha, a nivel nacional hay 16 decretos de escasez hídrica vigentes en 79 comunas de las regiones de Atacama, Coquimbo, Valparaíso y Metropolitana, totalizando una población rural de 573.612 personas.
Declaraciones de Zona de prohibición para la extracción de aguas subterráneas.
Fiscalización: Ley Nº 21.064 de enero de 2018 modificó el Código de Aguas en temas de fiscalización y sanciones. Esta normativa aumentó las potestades fiscalizadoras y sancionatorias de la DGA.
Modernización: digitalización del servicio para la tramitación de solicitudes de derechos de aprovechamiento de aguas subterráneas y superficiales, la inscripción de derechos en el Catastro Público de Aguas, oposiciones a una solicitud y recursos de reconsideración.
Planes de Gestión Estratégica de las Cuencas: este plan busca conocer realmente la oferta y demanda, actual y proyectada, de agua en distintos escenarios de cambio climático, para implementar una cartera de acciones que asegure un abastecimiento sustentable en cantidad y calidad.
Coordinación con Usuarios de Aguas para uso armónico, intervención de cauces y redistribución de aguas de acuerdo a los requerimientos.
Monitoreo de Extracción Efectiva (MEE) de aguas superficiales y subterráneas.
Las cuencas priorizadas, que serán lanzados en las regiones cuando las condiciones sanitarias lo permitan, son Copiapó, Huasco, Elqui, Limarí, Choapa, Quilimarí, Petorca, Ligua, Aconcagua y Maule.
De forma complementaria al desarrollo de los planes estratégicos de gestión hídrica PEGH, la DGA enfatizará este 2021 la homologación de los resultados de los estudios que actualizaron el Balance Hídrico Nacional, de tal forma de poder determinar la oferta natural del agua en todo el territorio, con el mismo nivel de resolución y con la misma metodología.
“De esta forma se podrá dar insumos de información a cuencas que no poseen suficiente cantidad de información de la oferta natural del agua, al carecer de infraestructura de captura de datos hídricos o bien contar con una historia de datos insuficiente. Lo que se traduce en generar información grillada a escala de 5×5 km2 a nivel nacional, con metodología homologada y validada, respecto a la oferta natural de agua, como información base para la modelación hidrológica de los planes de cuenca”, indica el jefe de la División de Estudios y Planificación de la DGA.
“Es así que, en el marco de esta planificación de cuencas, se desarrollará e implementará a escala nacional, planes estratégicos de gestión hídrica, indicativos a nivel de cuenca para orientar la toma de decisiones de agua, con un portafolio de acciones para la seguridad hídrica, con foco en el mejoramiento de la información, instituciones, e infraestructura de agua”, finaliza Lorca.
Fósiles de hojas muestran la extinción de plantas en el sur de Argentina
Los fósiles de hojas hallados en la Patagonia, en Argentina, sugieren que la vegetación de América del Sur sufrió grandes pérdidas pero se recuperó rápidamente.
El impacto del asteroide hace 66 millones de años que marcó el comienzo de una extinción masiva y puso fin a los dinosaurios también mató a muchas de las plantas de las que dependían para alimentarse.
"Cada evento de extinción masiva es como un botón de reinicio, y lo que sucede después de ese reinicio depende de qué organismos sobreviven y cómo dan forma a la biosfera", explica Elena Stiles, estudiante de doctorado en la Universidad de Washington que completó esta investigación como parte de su tesis de maestría en la Universidad de Pensilvania. "Toda la biodiversidad que observamos hoy está relacionada con los organismos que superaron el último gran ‘reinicio’ hace 66 millones de años", recuerda.
Stiles y sus colegas examinaron más de 3.500 fósiles de hojas recolectados en dos sitios en la Patagonia para identificar cuántas especies del período geológico conocido como Cretácico sobrevivieron al evento de extinción masiva en el período Paleógeno. Aunque a las familias de plantas de la región les fue bien, los científicos encontraron una sorprendente tasa de extinción a nivel de especie que pudo haber llegado hasta el 92 por ciento en la Patagonia, más alta de lo que los estudios previos habían estimado para la región.
"Existe la idea de que el hemisferio sur salió mejor de la extinción del Cretácico-Paleógeno que el hemisferio norte porque seguimos encontrando grupos de plantas y animales que nadie pensó que sobrevivieran", afirma Peter Wilf, profesor de geociencias en Pensilvania. "Afrontamos este estudio esperando que la Patagonia fuera un refugio, y en cambio encontramos una historia compleja de extinción y rebote", subraya.
Junto con científicos del Museo Paleontológico Egidio Feruglio (MEF) en Chubut, la Universidad Nacional del Comahue-INIBIOMA en Rio Negro, Argentina y la Universidad de Cornell, recolectaron fósiles durante años en lo que ahora es la provincia de Chubut. A diferencia de lo que sucede en América del Norte, el registro fósil de este período está fragmentado en todo el hemisferio sur.
Las reconstrucciones que el equipo obtuvo constituyen la colección más completa de floras fósiles del Cretácico tardío y del Paleógeno temprano en el hemisferio sur.
Los investigadores trataron de unir parejas de plantas que crecieron tanto en el período Cretácico como en el Paleógeno, y encontraron pocas coincidencias a nivel de especie. Luego compararon sus hallazgos con estudios previos de polen e insectos herbívoros y con registros fósiles de América del Norte. Su estudio, que es el primero de su tipo en el hemisferio sur, se ha publicado en la revista ‘Paleobiology’.
El equipo estima una extinción máxima del 92 por ciento. "Nos sorprendió encontrar niveles de extinción tan altos en comparación con la tasa de extinción del 60 por ciento observada en América del Norte. No obstante, encontramos una fuerte caída en la diversidad de familias de plantas y una extinción de alto nivel en cuanto a especies".
La recuperación del ecosistema probablemente duró millones de años, agregó Stiles, una pequeña fracción de los casi 4.500 millones de años de historia de la Tierra.
Los hallazgos de los investigadores, combinados con los de estudios anteriores, sugieren que a pesar de la alta extinción al final del Cretácico, las familias de plantas de América del Sur sobrevivieron en gran medida y se volvieron más diversas durante el Paleógeno. Entre los supervivientes se encuentra la familia de los laureles, que hoy incluye plantas como el laurel y los aguacates, y la familia de las rosas, que incluye frutas como frambuesas y fresas.
"Las plantas a menudo se pasan por alto en estos grandes eventos de la historia geológica", advierte Stiles. "Pero en realidad, debido a que son los principales productores de los paisajes terrestres y sostienen todas las demás formas de vida en la Tierra, deberíamos prestar más atención a su registro fósil. Puede decirnos cómo cambió el paisaje y cómo esos cambios afectaron a diferentes grupos de organismos", concluye.